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Las Empresas europeas y sobre todo las ESPAÑOLAS, ahora quieren ganar dinero en Latinoamérica con su modelo de corrupción, como Europa está en decadencia..

Abusos y robos, alarmante., Alerta, Corrupción de políticos en España, España y los pésimos Gobiernos., Europa

Espero que no sea tan larga mi opinión. Quiero hablar del fenómeno de los Empresarios que están saliendo de Europa sobre todo de la corrupta España para GANAR DINERO en latinoámerica bajo sus conceptos y modelos de corrupción que tienen en Europa.

La verdad  que América Latina no debería permitir este abuso, deberían rechazar a estos países europeos y que se busquen la vida en otro lado o que ya dejen la corrupción y el robo y se pongan tanto políticos y empresarios a trabajar y dirigir el país como debe ser, y dejar de ganársela fácil, ahora me refiero a España. Porque Francia es otro, EE.UU el peor. La última corrupción  la han hecho los concejeros y directivos de Caja Madrid con las tarjetas de crédito opacas con las cuales se gastaron 15.5 millones, han dimitido pero en España nadie va a la cárcel por corrupción de los altos cargos, claro.

 

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Las multinacionales van a estos países a llevar el mismo patrón con el que han empobrecido a Europa y Estados Unidos, darles un sueldo de miseria a los empleados, hacerlos trabajar más duro con más horas, sin incentivos, sin los derechos que les pertenecen, como vacaciones, sobresueldos etc…

Cuento el caso de una persona colombiana que trabajaba en PNB PARIBAS ganaba 1 millón que es una miseria,  después de un año le bajan el sueldo a 400.000 pesos y sin derecho a nada. Si le gusto así le renovamos el contrato sino adiós. Mucha sinvergüencería la de estos desgraciados y refiriéndome a Colombia , el flamante Presidente Santos permite todos estos atropellos. La persona de la que hablo no acepto el miserable sueldo de 400.000 pesos y salió de esa estafadora Empresa. Colombia tiene un gran porcentaje de pobreza y desempleo, todos los beneficios van para las Empresas extranjeras.

Ahora los Reyes de España, los nuevos, que la mujer del Rey la que no hace sino darse lujos y comprarse vestidos de  marca y darse la gran vida mientras el pueblo se muere de hambre, no tienen empleo y los dependientes, se mueren esperando que les ayuden con su enfermedades. Ellos van a ir a proponer, primero irán a Colombia y luego a México que sus Empresas vayan para allá a robar, es que las Empresas Españolas son «ladrones de cuello blanco»

El Partido que dirige el país ahorita está en decadencia,  volvió a España una porquería, vendió patrimonio que no debería vender, usó las pensiones de los ancianos, daño la salud LE QUITO LAS TARJETAS DE SALUD A LOS INMIGRANTES, quitó las ayudas a los enfermos y más atropellos de los que ahora se les están volteando en su contra.

Están BBVA, el SANTANDER  que acá en España cobran unas comisiones por sacar dinero indignas, y si no eres de su Banco pues te cobrarn más,  es que no me extraña que se hagan super-millonarios. El Banco Popular cobrar por sacar 100€ 3 € de comisión y por todo te cobran.  Esto también deberían verlo estos países que todavía que se les hace el favor de irse a instalar en América del Sur van a robar descaradamente, Movistar otra que no se queda atrás.

Yo lo único que digo que pilas con estás Empresas Extranjeras que no van a nada bueno, a dejar más pobre a la gente siguiendo el modelo de acá en Europa. Igual que los Seguros Sanitarios, y muchas cosas más que ya tienen en Latinoamérica.

SANTANDER, MOVISTAR Y BBVA LIDERAN EL RANKING DE MARCAS ESPAÑOLAS MÁS VALIOSAS, luego Gas Natural, Endesa, Mapfre, Mercadona y Repsol son las cinco marcas que completan el ranking.

Por una Amércia Latina sin Empresas extranjeras que vayan a robar o que se sometan a las leyes al país al que van a instalarse. YA BASTA DE ABUSOS.

 

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La eurozona ya no parece tan blindada

Europa

foto.flickr.com/2006

Ap Associated Press

Compañias: Unicredit SpA
Temas relacionados: Europa

COLLEEN BARRY – miércoles 19 de mayo de 2010, 18:06

Es improbable, pero no inimaginable.

La desaparición de la eurozona ha pasado a ser una hipótesis plausible a medida que aumentan las presiones derivadas de la crisis en torno a la deuda de Grecia.

Hasta hace poco se especulaba que, en el peor de los casos, se expulsaría a países como Grecia y Portugal, que no pueden con sus deudas y cuyos problemas financieros arrastran al resto de la Unión Europea. Pero ahora se habla de la posibilidad de que los países grandes decidan salirse del bloque. ¿Se irá Alemania? ¿Saldrá corriendo Francia?

La creación de una divisa común en 1999 coronó el viejo sueño de la integración europea. Más que un instrumento económico, el euro pasó a ser el símbolo de la cooperación y armonía de los europeos y hoy cuesta imaginarse una Europa sin el euro.

Las deudas descontroladas de varios países, no obstante, amenazan con generar un caos en la UE y la pregunta ya no es si algún país le dará la espalda al euro. El gran interrogante es si el euro sobrevivirá.

‘Creo que es muy, muy improbable a corto plazo’, declaró Marco Annunziata, el principal economista de la empresa italiana Unicredit (Milan: UCG.MI – noticias) , basado en Londres. ‘pero estimo que es bastante obvio que la eurozona es no puede funcionar en su forma actual’.

La tentación de salirse es evidente para los miembros pequeños, con fuertes deudas. Grecia, al borde de la bancarrota, podría recuperar su competitividad volviendo al dracma y devaluándolo, en lugar de enfrentar su actual vía crucis, que contempla una reducción de sueldos y de precios que durará años. Pero también los países grandes podrían ver con buenos ojos esta opción.

Una posibilidad es que Alemania, harta de rescatar a los demás y desilusionada con la política monetaria del Banco Central Europeo, decida seguir por su cuenta, apegada a su disciplina fiscal y a la credibilidad de su banco central, el Bundesbank.

El costo de disolver la eurozona –un bloque de 16 naciones que constituye el segundo mercado más grande del mundo– sería alto. Los países más débiles enfrentarían una inestabilidad financiera inmediata. Los bonos del gobierno se cotizarían más alto, por lo que la compra de la deuda resultaría más costosa.

Volver a escribir los códigos de las computadores y ajustar los cajeros automáticos serían apenas algunos de los problemas, señaló Barry Eichengreen, economista de la Universidad de California de Berkeley en un artículo del 2007 que tuvo mucha repercusión.

Cuando los inversionistas perciben que un país puede irse, salen corriendo, para evitar que esos bienes en euros sean devaluados, lo que genera un colapso financiero. Y eso no se acaba allí: Los desertores pueden tener que enfrenta represalias políticas de los otros países de la UE.

Todo dependería de quiénes se van y por qué. La partida de Alemania, por ejemplo, podría despejar el camino para que otros países dispongan devaluaciones y sean más competitivos.

Si a los países que se quedan se les permite fijar políticas económicas más a su gusto, no se verían forzados a salirse también del bloque.

Al mismo tiempo, la partida de un país grande reduciría la escala del euromercado y los demás podrían verse obligados a sopesar los costos y beneficios de perder su propia divisa, abriendo las puertas a una estampida generalizada.

Hay quienes hablan de la posibilidad de que un país se margine temporalmente para permitir que la economía europea restablezca un equilibrio.

Alemania, por ejemplo, podría irse algunos años y dejar que las economías del sur devalúen sus monedas y recuperen competitividad, según esa escuela. Países necesitados como España, Grecia y Portugal podrían devaluar así sus monedas y recuperar competitividad.

Una ruptura de la eurozona, no obstante, podría no amistosa ni ordenada, de acuerdo con Daniel Gros, del Centro de Estudios de las Políticas Europeas de Bruselas. ‘El mercado está tan integrado que sería desastroso si uno intenta desarticular la eurozona’, manifestó. ‘Es como tratar de deshacer unos huevos revueltos’.

Alemania y Francia fueron los principales impulsores de la noción de una Europa unida, no solo por las repercusiones económicas, sino para garantizar que no se vuelven a repetir tragedias como la Segunda Guerra Mundial.

Pero ahora que las naciones están tan ligadas económicamente, muchos se preguntan hasta qué punto es necesaria una unión de este tipo para garantizar la seguridad de la región.

Las diferencias en torno a cómo rescatar a Grecia y a los demás países endeudados refleja uno de los grandes dilemas de la Unión Europea: Once años después de haber congelado sus tasas de cambio para crear una nueva divisa, no hay políticas fiscales coordinadas que aseguren el futuro del euro.

El temor de una desaparición del euro podría servir como incentivo para resolver ese problema.

‘Hay que profundizar este proceso. No hay que hacerse ilusiones: Una divisa única no puede funcionar sin la solidaridad de los estados. Si no hay una armonización de los presupuestos ni una convergencia económica mínima, el euro no puede sobrevivir. Y sin el euro, Europa no tiene fuerza’, destacó un editorial del diario Le Monde esta semana.

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En este despacho colaboraron los corresponsales de AP Geir Moulson (desde Berlín) y Deborah Seward (París).

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Crecimiento o barbarie

Europa

foto-iprofesional.com

EL PAIS.COM
JOAQUÍN ESTEFANÍA 16/05/2010
REPORTAJE: LA HORA DEL SACRIFICIO
Evitar morir de unas tasas intolerables de paro o de un exceso de déficit público: ese es el dilema de la política económica
Un fantasma recorre Europa: el fantasma de la quiebra por la acción de los especuladores. Todas las potencias de la vieja Europa se han unido en una Santa Alianza para acorralar a este fantasma. Mientras ello ocurre, millones de ciudadanos se ven aquejados por el estancamiento económico y la deflación, que ha multiplicado en los últimos dos años y medio el número de desempleados y el empobrecimiento de las clases medias, y que amenaza con extenderse en el largo plazo. Las últimas cifras aportadas por Eurostat, la oficina de estadísticas de la Comisión Europea, así lo muestra: la zona euro sólo está creciendo a una tasa interanual del 0,5%, y la Unión Europea de 27 miembros, a un anémico 0,3%, porcentajes muy insuficientes para mejorar la inversión, el consumo, el comercio exterior, etcétera, al ritmo suficiente para crear puestos de trabajo en cantidades masivas, recuperar el bienestar perdido y competir con EE UU o la emergente Asia.
Como consecuencia de la batalla contra el endeudamiento y el déficit público (que en estos momentos multiplica en los diferentes países por dos, tres o cuatro los porcentajes permitidos por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento que obliga a los países de la eurozona), los Estados han retirado con rapidez los planes públicos de estímulo que sustituyeron a la dimitida inversión privada en los momentos más álgidos de la Gran Recesión. Cautivos y desarmados por la acción de los mercados, que amenazan con no prestarles más dinero o con no renovar los créditos pendientes, los Estados dedican sus esfuerzos prioritarios a reducir sus desequilibrios, especialmente los déficit y la deuda, sin contemplar los efectos colaterales que tal ausencia puede tener en la coyuntura más inmediata, en términos de reducción del crecimiento económico y, consiguientemente, en disminución de las cifras de paro. El genial Plantu lo dibujaba expresivamente en la primera página de Le Monde: en el Festival de Cine de Cannes se presenta el Robin Hood, de Ridley Scoot, y su protagonista, Russell Crowe, lanza la flecha del «rigor»… que se clava en el corazón de un trabajador manual que pasaba por allí.
Se ha entrado en una nueva fase de la crisis económica: la de la deuda soberana. Tras el estallido de las hipotecas de alto riesgo, los aumentos de los precios de los alimentos y las materias primas, los riesgos por la falta de liquidez y de solvencia de las entidades financieras, y la recesión en la economía real, llegan ahora las dificultades de los Estados, que no dan más de sí. Lo que comporta una gran paradoja: tras haberse endeudado éstos para salvar a los grandes bancos de la quiebra (generando una liquidez masiva, comprando activos de mala calidad, garantizando las emisiones de la deuda privada y entrando en el capital de las entidades, nacionalizándolas durante un rato), y después de haber gastado masivamente en programas de estímulo para que no cayeran sectores productivos enteros en los concursos de acreedores y en las quiebras masivas y para que la Gran Recesión no se convirtiese en una Gran Depresión como la de los años treinta del siglo pasado, los Estados son acusados ahora -por los mismos que fueron auxiliados con el dinero de los contribuyentes- de derrochadores. Las agencias de calificación de riesgos, esas tres empresas privadas que actúan en régimen de oligopolio sin regulación alguna y que concedieron sus máximas calificaciones a empresas como Enron, a bancos como Lehman Brothers y a los productos derivados opacos y fuera del balance de las entidades, ahora se ponen estrechas y rebajan las posibilidades de países enteros, con lo que ello supone de sufrimiento para sus ciudadanos.

Desde el verano de 2007, los gobernantes de los países más importantes del mundo se pusieron aparentemente de acuerdo (en tres reuniones del G-20, en Washington, Londres y Pittsburg) en evitar los abusos que habían dado lugar a la crisis financiera más importante de los últimos 80 años. Hay algo muy profundo que ha cambiado con la crisis, dijo el presidente de la Comisión Europea, Durão Barroso: las autoridades no van a consentir que los financieros vuelvan a las andadas y nos lleven a la situación anterior. Ya estamos en la situación anterior. La regulación de los mercados financieros, la creación de un fondo con ingresos de la banca para que si se vuelve a producir la caída de uno de ellos se evite con el mismo y no con dinero de los presupuestos públicos, la creación de una tasa Tobin que contribuya a la lucha contra la pobreza y se evite en parte la volatilidad de los movimientos de capitales, los topes a los indecorosos bonus y a los paracaídas de oro de los ejecutivos, han quedado en nada, excepto en EE UU, donde Obama intenta aprobar una ley que impida los delirios del pasado. Zapatero, como presidente de turno de la UE, fue interpelado por el hasta ahora primer ministro británico Gordon Brown para que no introdujese una regulación de los fondos de alto riesgo (hedge funds) en medio de la campaña electoral del Reino Unido porque le venía mal. Zapatero aceptó el retraso. Pues bien, algunos de estos hedge funds son los que han protagonizado la campaña especulativa contra el Reino de España y contra el euro en estas últimas dos semanas.

Así pues, hasta ahora la batalla la han ganado los mercados descontrolados, de los cuales los especuladores son su esencia, no una rareza. La especulación es el corazón de la actividad financiera, cambiaria o bursátil, no una excrecencia del sistema. Son esos mercados los que han dicho: no hay alternativa; no hay opciones de política económica. Luchar contra el déficit a través de la reducción de la inversión y del gasto público es el mal menor. Si no se hace así, no entrará más dinero y no se podrán pagar ni las pensiones, ni el seguro de desempleo, ni la sanidad pública o la educación; ante tal vértigo, los Estados no han tenido más remedio que plegarse, y los Gobiernos de los mismos, olvidar los ritmos de cadencia de la política económica y sus prioridades. Además, a pesar de las profundas diferencias económicas entre los países atacados (hasta ahora, sobre todo, Grecia, Portugal, España, Irlanda e Italia), los mercados financieros internacionales han reaccionado con pocos matices al deterioro.

Así, han emergido escenarios que hasta apenas hace mes y medio parecían inconcebibles, tal es el grado de volatilidad levantada; por ejemplo, la ruptura de la eurozona de 16 países, que con tantos esfuerzos se ha construido desde principios de siglo, o la segmentación de las economías que la componen (países de primera y segunda división), según el grado de sostenibilidad de sus finanzas públicas. Se hace más realidad lo que los miembros del Grupo de Reflexión, presidido por Felipe González, expresaban en una carta dirigida al Consejo Europeo al entregar el Proyecto Europa 2030: «Lo que vemos no es tranquilizador para la Unión y sus ciudadanos: crisis económica global, Estados al rescate de banqueros, envejecimiento demográfico que afecta a la competitividad y al Estado de bienestar, competencia a la baja en costes y salarios, amenaza de cambio climático, dependencia de unas importaciones de energía cada vez más cara y escasa, o desplazamiento hacia Asia de la producción y el ahorro. Y todo ello sin contar con la amenaza del terrorismo, del crimen organizado o de la proliferación de armas de destrucción masiva (…). La crisis aparece como el parteaguas en la historia de una nueva realidad mundial que se viene configurando desde hace dos décadas. Todo indica que habrá ganadores y perdedores en este cambio global, y si la UE no quiere estar entre estos últimos, como viene ocurriendo, tiene que reaccionar ya…».

La reacción se articuló en primera instancia el pasado fin de semana, cuando Europa (con la colaboración del Fondo Monetario Internacional) se dotó de un fondo de estabilidad de hasta 750.000 millones de euros para hacer frente a las maniobras de los especuladores que han querido acabar con la zona euro. Una especie de TARP europeo (siglas del paquete de ayudas a la banca, movilizado en EE UU primero por Bush y luego por Obama), en este caso para defender la deuda soberana. Una intervención política, al margen del mercado, por valor de 750.000 millones de euros (más de dos terceras partes de lo que produce un país como España en todo un año), y unos planes de ajuste en los países más afectados, que también son procedimientos administrativos al margen del mercado, en ello consiste la resistencia frente al poder de los especuladores. ¿Qué queda del laissez faire, del que cada palo aguante su vela, que constituye la idea-fuerza del capitalismo tal como lo habían explicado sus exégetas desde Adam Smith? No hay salida sin intervención pública. Se ha combatido la deuda pública con más deuda pública, y se han reforzado los mecanismos de coordinación europea que habían quedado en evidencia en esta crisis. Para que este plan sea el embrión de un Departamento del Tesoro y de un Gobierno económico de Europa falta añadir a la política monetaria común una política fiscal y un presupuesto que pueda denominarse como tal. Europa es una bicicleta, dijo Jacques Delors, que ha de seguir pedaleando para continuar so pena de caerse.

El país que ha concitado mayor atención de los movimientos especulativos tras la debacle griega ha sido España. Para combatirlos y poder acceder, si hiciese falta, a ese fondo de resistencia, Zapatero ha tenido que anunciar un durísimo plan de ajuste que por ahora afecta a los funcionarios públicos y a los jubilados en primera instancia, con reducciones de algunos gastos sociales que hasta el momento formaron la línea Maginot de la política económica de los socialistas. En pocas ocasiones se ha visto tan meridianamente clara la dictadura de los mercados: tan sólo hacía una semana que el propio Zapatero había explicado que la reducción del déficit iba a ser más gradual, más prolongada en el tiempo, porque la economía española acababa de salir de la recesión (tras seis trimestres de crecimiento negativo, el PIB ha aumentado una décima en el primer trimestre del año), lo cual era un argumento lógico (otra cosa era la lentitud en la instrumentación de las medidas ya anunciadas). No ha tenido ocasión de hacerlo así. No se lo han permitido. En su intervención ante el Congreso, el presidente utilizó un metalenguaje de injusticia necesaria o de injusticia obligatoria: tenía que aplicar un paquete de medidas que él no hubiera querido, ya que ese ajuste duro no era compartido. Pero los mercados se lo han impuesto y no ha podido resistirse a esa política de rigor mortis que conllevará la reducción de unas décimas en el crecimiento, por lo que nuevamente se volverá a la contracción, con los efectos que tendrá sobre la inversión, el consumo y la creación de empleo, hasta ahora la gran prioridad. Pero no sólo España es un país intervenido. Todos lo son y han de actuar como las empresas muy endeudadas, que no pueden mover un solo papel sin que se lo autoricen los acreedores: Portugal, Italia, Francia, Reino Unido y Alemania se aprestan a sacrificios similares a los de España.

En relación con la deuda, el principal problema de la de España no es la soberana. La deuda pública española llegará a finales de ese año como mucho a un 70% del PIB, muy inferior a la de la mayor parte de los países de nuestro entorno. La dificultad es el enorme endeudamiento general de la sociedad. Al finalizar el año 2009, la deuda conjunta de las administraciones públicas (Estado central, comunidades autónomas y ayuntamientos), las empresas, los hogares y el sector bancario ascendía a casi cuatro billones de euros, el 390% del PIB. Las empresas no financieras debían el 143% del PIB; los bancos y cajas de ahorro, el 107% del PIB, y los hogares, el 89%. Si las agencias de calificación de riesgo rebajan la calidad de la deuda española, todos estos sectores, y no sólo el Estado, quedarán afectados por el incremento del precio del dinero cuando salgan a renegociar sus créditos o quieran tomar más dinero prestado.

Hay otra peculiaridad en España que no se da en los países de nuestro entorno: la insolidaridad de su oposición política y la incoherencia de la política que postula el PP. Cuando su líder, Mariano Rajoy, acudía hace unos días al Palacio de la Moncloa en lo que todos los ciudadanos entendieron como una posibilidad (fallida) de encontrar un acuerdo nacional para luchar contra la crisis, pidió una lucha más consecuente contra el déficit público (como en los últimos dos años, cuando la coyuntura era claramente distinta) al tiempo que demandaba medidas urgentes como la derogación de la subida del IVA, la reducción de dos puntos de las cotizaciones sociales, la reducción sin condiciones de cinco puntos en el impuesto de sociedades a las pequeñas y medianas empresas, el mantenimiento de la deducción de la vivienda habitual en el IRPF, etcétera, que de haber sido aplicadas habrían significado un nuevo aumento del déficit público. Combatir el déficit generando más déficit.

Las dos grandes preguntas a partir de ahora son las siguientes: si los mercados exigen más sangre, como ha pasado en Grecia, ¿habrá nuevas medidas de ajuste sin un estallido social? ¿Hasta dónde se puede llegar en los ajustes sin clausurar por un periodo largo las posibilidades de crecimiento de la vieja Europa?

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